martes, 15 de octubre de 2024

Cautivos


Una vez estando Jesús con sus discípulos, llegó un hombre y le hizo ésta pregunta: “Maestro, qué debo hacer para heredar la vida eterna?”…

Un hombre joven, que busca a un maestro, se acerca a él y le pregunta qué debía hacer para “heredar la vida eterna”, ésa era pues una de las preocupaciones del mundo hebreo en tiempos de Jesús: cómo llevar una vida ética, moral, religiosa que le asegurara a la persona una vida eterna luego de morir. Y esa conducta estaba “regulada” por la ley, por los mandamientos que Moisés había recibido del mismo Dios y había dado al pueblo en la antigüedad. La conversación hasta allí parecía lógica para la época y el ambiente religioso del momento. Lo que sigue en la conversación es propio de las conversaciones con Jesús.

Él le dice que cumpla los mandamientos y el hombre le dice que eso ya lo hace todo. Entonces Jesús le agrega: “Marchate, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y regresa conmigo”. Y el texto dice: ..Entonces el hombre se marchó entristecido porque tenía muchas posesiones.

La riqueza material

En una primera instancia podríamos mirar el texto pensando que sólo refiere a los aspectos materiales: ser rico es una dificultad para experimentar completamente el proyecto de Jesús. Su experiencia de Dios requiere una actitud hacia los últimos, hacia los más necesitados y fundamentalmente una actitud personal respecto a la riqueza, el mismo texto dice más adelante: Jesús, mirándolos en torno, dijo a sus discípulos:

- ¡Con qué dificultad van a entrar en el reino de Dios los que tienen el dinero! (Marcos, 10.23)

El apego personal

Esta es otra dimensión del mismo texto. Quizá la principal dificultad que el joven rico tiene, no es los bienes materiales que poseía sino su apego a ellos. Ante la sugerencia de Jesús: “Márchate, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y regresa conmigo”, el hombre se marcha entristecido “porque tenía muchas posesiones”. Parece que es difícil experimentar el proyecto de Jesús también si se vive apegado a lo que materialmente poseemos, luego de que el joven se marcha, y como los discípulos no comprendieron cabalmente qué había sucedido, Jesús les agrega: “- Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios para los que confían en las riquezas!”

¿Alegría o tristeza? ¿Cuál es el fin?

Vivimos para ser plenos. Buscamos la felicidad. Antes, en tiempos de Jesús y ahora en nuestro tiempo. Los seres humanos buscamos esencialmente la paz, la felicidad y la plenitud. Quizás equivoquemos los caminos y los medios y sólo obtengamos más dolor, pero la búsqueda siempre en todos es de la paz y de una vida plena. Por eso la pregunta, que apunta no a lo que buscamos sino a lo que obtenemos: ¿felicidad o sufrimiento?

Quizás te preguntes qué tiene que ver ésto con el yoga y la meditación...Te comparto.

También el camino del yoga se pregunta lo mismo: ¿cómo experimentar una vida plena? También la tradición del yoga se pregunta por qué los eres humanos anhelando desde siempre la paz y la plenitud sólo consiguen más dolor y sufrimiento. Y a esta pregunta se responde en la tradición que es por apego. Sufrimos por los tres “venenos” dice Patanjali: por apego, por aversión y por ignorancia. Apego, creyendo que aferrándonos a lo “placentero” ésas experiencias serán para siempre. Aversión porque creemos que podemos evitar y eliminar de nuestra vida todas las situaciones y experiencias “desagradables”. Y la ignorancia no refiere a saber o no saber sobre teología o filosofía, sino a esas creencias que mencionábamos antes. La ignorancia de creer que somos lo que tenemos, que lo placentero o desagradable de la vida nos define…

Volviendo al pasaje de la vida de Jesús, el texto de Marcos dice que “el hombre se marchó entristecido”. Y esa es la conexión de la conversación relatada en el texto y la práctica de yoga. Practicamos para vivir plenamente, para experimentar la libertad, el amor, la felicidad y lo hacemos sabiendo que la vida va a presentarnos momentos y etapas, situaciones agradables y desagradables, y que la felicidad no depende de lo agradable o desagradable sino de nuestra conciencia para vivirlo. Lo que le ocurría al hombre rico era que no él era consciente de la medida en que su posesiones lo limitaban. Creía que sólo se trataba de “cumplir” leyes y mandamientos, pero Jesús le dice que lo esencial es su relación con lo que tenía...y también con los que no tenían nada.

Nuestra práctica de yoga y meditación ha de llevarnos por ese camino de comprensión: lo definitivo son nuestras creencias, lo que define nuestra vida es la relación ética con lo que tenemos. Y las acciones que aseguran la felicidad o plenitud (ésa experiencia de vida eterna que el joven rico anhelaba), no es la acumulación de riquezas materiales o intelectuales incluso, (como si de un favor de Dios se tratara, como una especie de “premio”) sino nuestro desapego, nuestra disposición a soltar y desprendernos y nuestra consciencia de quiénes son los que necesitan.

martes, 17 de septiembre de 2024

Preguntas redentoras


Existen en todas las tradiciones espirituales. Son parte de la parte más rica de la mística y del autoconocimiento. Las preguntas redentoras son pensamientos, fórmulas que bloquean el pensamiento y conducen nuestra mente más allá: a lo desconocido, a las profundidades de la misma mente que no conocemos al autoconocimiento. Pero para ello, debemos aprender a escucharlas y a formularlas.

Resulta que según cuenta Lucas, un día Jesús preguntó a sus discípulos: ¿quién dice la gente que soy? A lo que ellos le respondieron diferentes cosas que seguramente habrían escuchado por ahí. Entonces Jesús desinteresado por las respuestas que los le daban les pregunta directamente: “¿Y ustedes, quién decís que soy?”

Esa pregunta de Jesús a sus discípulos ha viajado a través de toda la historia del cristianismo. Jesús preguntando a sus discípulos: ¿ustedes, quién decís que soy? Y algunos se han dedicado a encontrar respuestas, pero no menos nos hemos quedado con la pregunta, dejando que ese pensamiento (quién es Jesús para mí) bloquee otros pensamientos (quién creo que es, quién me imagino que es, quien quisiera que sea…). Y también es importante recordar que en toda la tradición espiritual oriental existen esas preguntas y esa forma de preguntar.

¿Por qué crees que sería necesario bloquear esos otros pensamientos?

La respuesta podría estar en algo que no te dije aún. ¿Sabés cuándo Jesús le hace esta pregunta a sus discípulos? Mientras oraban. Es una pregunta que surge del silencio. No es una pregunta que surge del debate o de la argumentación filosófica sino que surge del estar juntos en silencio, orando.

“Estando Jesús en presencia de sus discípulos orando” dice Lucas que les hace la pregunta, es por tanto una pregunta que surge en primer lugar de su propio silencio y va, en el silencio de la práctica compartida al silencio de los otros. Imaginate la escena: todos en silencio orando, los discípulos en silencio junto a su maestro y éste les pregunta: “y ustedes, ¿quién dicen que soy?”

Lo que ellos respondieron, no hablo tanto de Jesús como de su propio autoconocimiento, como de sí mismos. En esa atmósfera en la que estaban se dieron seguramente las mejores condiciones para escuchar ( esencia de la meditación) y quedarse en el ámbito de la pregunta que nos libera de las proyecciones y nos lleva directamente a saber quién es que somos.

Ahora, te preguntarás qué tiene que ver esto con el yoga. Te comparto.

Todo lo que practicamos en yoga es el camino al autoconocimiento. No es que tenga como “objetivo” el autoconocimiento sino que es el autoconocimiento. Allí donde vos te encuentres ahora mismo practicando yoga estarás accediendo a una dimensión del autoconocimiento. A tu ritmo, en tus posibilidades, de acuerdo a lo que en cada etapa del camino puedas ver y comprender.

¿De qué naturaleza son las respuestas certeras, las seguridades y las supuestas garantías en el camino espiritual? De la naturaleza de las proyecciones. Surgen cuando necesitamos proyectar lo que uno quisiera que suceda o como uno quisiera que sean las cosas. Las “respuestas certeras” no nos liberan pues casi siempre -para no decir siempre- provienen de lo conocido, del pasado, de las ideas preconcebidas, no del autoconocimiento. ¿Esto quiere decir que no podemos discernir, ni pensar, ni estudiar una tradición? No. Eso sería muy vanidoso. Se trata de tener bien en cuenta que la práctica es el camino y que la felicidad y la paz son el camino. Un camino que vamos descubriendo, en el que accedemos a lo que no conocemos y vamos conociendo fundamentalmente de nosotros mismos. Y por ser un camino, es puro movimiento (lo vamos haciendo, lo vamos “caminando”) y por ser un camino, se va descubriendo y paso a paso vamos conociendo un tramo nuevo.

Por ello, son imprescindibles las preguntas que nos ponen en situación de no saber para luego saber. Es imprescindible la atención, un término que en yoga sí nos es muy familiar. El autoconocimiento no proviene de saber las respuestas sino de cómo escuchamos las preguntas. Del espacio que éstas abren en nuestra mente. Es la calidad de la atención lo que abre nuestro corazón en esa “investigación” de nuestras profundidades.

Tantas veces la humanidad ha perdido de vista la meditación...y nosotros como practicantes tantas veces la hemos perdido en nuestra vida y la reencontramos y quizá volvamos a perderla nuevamente...¿sabés cuándo? Cuando intentamos convertir a la meditación en una idea, en una buena idea, cuando llegamos a creer que la meditación es la técnica, el ejercicio, la tradición o quien nos ha enseñando a meditar. La meditación es una forma de nombrar a la experiencia de intimidad, a la escucha profunda del corazón. ¿Por qué el silencio en la meditación? Porque en ese silencio podemos ir más allá de los conceptos, de los pensamientos, de las imágenes y de todo lo que se interpone entre nosotros y nosotros mismos. Es en ese silencio donde podemos escuchar las preguntas que nos redimen de la distracción, de la evasión y de la ignorancia y entonces conocer y comprender. Cuando estaba Jesús en silencio orando, estaba en sus profundidades, estaba en esa comunión que él vivía con Dios y que les comunicaba a sus discípulos y nos comunica nosotros hoy sin necesidad de tener que ser de una u otra religión, pues el corazón humano no pertenece a ninguna religión. Y fue en esa experiencia que él les hace la pregunta: ¿y ustedes quien dicen que soy?, pero los discípulos se encontraban con él, en ésa atmósfera, en esa comunión. Y la respuesta provino de allí, de su corazón y reveló quién era Jesús para ellos y por tanto los introdujo en una nueva etapa del camino del autoconocimiento. Siempre que escuchemos esas preguntas que provienen del silencio, del corazón mismo del amor estaremos respondiendo acerca de nosotros mismos. Por eso es imprescindible la atención: para saber escuchar las preguntas.

Las preguntas redentoras no son generalidades, ni se responden “entre todos”...ni las responde uno para todos...son preguntas que se escuchan personalmente y se responden personalmente. Cuando llegues a sentir que es a a vos a quien se le está preguntando, entonces sabrás que has comenzado a saber escuchar.




lunes, 9 de septiembre de 2024

¿Cumplir o curar?

 Resulta que en un momento, lo que Jesús proponía comenzó a generarle dificultades con las autoridades religiosas, de hecho, ese conflicto fue el que lo llevó a la cruz. Pero eso no estalló de un momento para otro, sino que fue gestándose, fue armándose poco a poco. Cuenta Marcos que los fariseos, un grupo de estrictos religiosos hebreos, lo venían observando y tratando de "agarrar" en alguna falta cuando se da una discusión en una sinagoga. Los fariseos increparon a Jesús que él y sus discípulos hacían cosas que no estaban permitidas por la religión. Varias veces vamos a leer en los evangelios ese tipo de enfrentamiento de los fariseos con Jesús. En esa ocasión ellos le recriminan que "hacen en sábado lo que no está permitido hacer". (Para los judíos el sabath, o sábado era un día de estricta observancia religiosa. No se realizaba ningún trabajo y se ayunaba).

Pero para Jesús la cuestión de la observancia religiosa incluía otros asuntos, por ejemplo su respuesta es elocuente de ello: "El sábado se hizo para el hombre y no el hombre parea el sábado", es decir, la ley, las normas, las costumbres, los ritos, todo lo que podía quedar comprendido dentro del sabaht como símbolo, todo está al servicio de la persona y no la persona a su servicio. 

Entonces Jesús entró a la sinagoga, dice Marcos en su texto, y llamó a un hombre que estaba allí que tenía una parálisis en su brazo. Y le dijo que se pusiera en el centro. Y volviéndose a todos, y especialmente imagino, a los que lo miraban con recelo para echarle un lazo, les dijo: "¿Qué está permitido en sábado? ¿Hacer lo bueno o lo malo? ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?" Pero nadie se animó a contestar a su pregunta y entonces Jesús no se detuvo, le dijo al hombre que extienda su mano y lo curó...realizando una actividad que según la ley no estaba permitido hacer.

Seguramente te preguntarás que tiene que ver esta historia con el yoga...te comparto.

La pregunta de Jesús a mí me ha acompañado siempre, desde hace muchos años, desde que comprendí que yo tenía una "relación" con la exigencia  y que si no estaba atento podía llevar eso a mi práctica personal y a la enseñanza hacia otros. Si bien nuestra vida hoy es bastante "secular" no por eso la actitud de los fariseos puede resultarnos muy extraña. Muchas veces anteponemos un montón de disciplinas y detalles y ejercicios y quién sabe cuántas cosas más ante las necesidades de la persona.

En el ámbito de la práctica de yoga y meditación, en muchas escuelas es más importante lo que dijo alguien allá en el tiempo antiguo que lo que están sintiendo hoy los practicantes. Muchas veces ciertas "credenciales" son más importantes que el sentido común. Y es importante recordarnos todos: la religión, la espiritualidad, las tradiciones están al servicio de las personas, para que podamos recordar y experimentar que hay algo que nos trasciende y da sentido de plenitud a nuestra vida. ¿Hasta dónde observar una tradición y sus normas? Hasta que lleguemos al punto en el que se vuelve más importante la tradición y el cumplimiento de sus normas que la plenitud de las personas y la expresión de sus necesidades. Pero entendamos bien: plenitud no es hacer lo que se me antoja y expresar mis necesidades no es anteponer lo que quiero o no quiero a mi desarrollo humano. Por eso es importante escuchar la pregunta de Jesús una y otra vez, como un ejercicio de autoconocimiento: "¿Qué está permitido en sábado? ¿Hacer lo bueno o lo malo? ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?" 

¿De qué te serviría hacer lo que querés si en el camino perdés el sentido de tu vida? ¿De qué te sirve la mejor religión y la mejor filosofía si en el camino no ves que alguien a tu lado necesita tu ayuda?

Esta es la otra dimensión de la pregunta de Jesús y que puede resultarnos tan propia para nuestro tiempo y en especial, para la práctica de yoga.  Todo lo que ponemos en práctica nos fue dado por los yoguis antiguos para que la vida fluya, para que las personas se enfermaran menos, para que se curaran una vez enfermas, para que estuvieran en paz ante la dificultad y el sufrimiento. Y el dharma, en la sociedad nos recuerda que la ley, el orden y todo ello están al servicio de la vida. 

No practicamos para estar bien ajenos al mundo que nos rodea. No se trata de aislarnos en la burbuja espiritual de los "meditadores" desconociendo que nuestra sociedad de acomodados cada vez más deja afuera de la fiesta a muchos, muchísimos incluso antes de que lleguen a nacer. La pregunta resuena también para nosotros que "practicamos": ¿cumplir la ley o salvar a la persona? El texto todo resuena aún para nosotros...dice: "los demás se quedaron callados..." ¿Y nosotros hoy? ¿también estamos callados?

Que nuestro espacio de meditación no se crea "a salvo" entre rejas, alarmas y duras penas para los que van quedando afuera del goce de la vida. Que no lleguemos a encandilarnos con una forma de bienestar que para que pueda ser sostenido requiere cada vez más que más personas vivan en malestar, pues mientras unos consumimos casi todo otros viven de lo que nos sobra.

Esta escena de la vida de Jesús, su gesto revolucionario de poner en el centro de la religión- (podríamos decir hoy en el centro de la espiritualidad o del autoconocimiento)- a la persona, ha echado luz siempre en mi camino. Su pregunta resuena en mi práctica de muchas formas: ¿cumplir o salvar? ¿hasta dónde las formas, cuál es el límite? Y cuando pierdo el sentido, la imagen de aquella escena me devuelve a la sensatez: Jesús puso físicamente en el centro a la persona. Como para que quedara bien claro: en el centro, la persona humana.




miércoles, 3 de julio de 2024

¿La fe, Jesús o el manto?





Iba Jesús por aquellos caminos donde andaba entre multitudes que querían conocerlo cuando se acercó un funcionario de la sinagoga a pedirle que fuera a su casa a ver a su hija que estaba gravemente enferma (hoy diríamos quizás, un funcionario de presidencia) . Entonces Jesús accedió a ir a su casa y marchó con este hombre, sus amigos y discípulos y una muchedumbre que le dificultaba el paso.

En el camino una mujer que estaba enferma desde hacía 12 años se entera de que Jesús pasará por allí y se decide a ir en su búsqueda diciéndose: con sólo tocar su manto será suficiente. Pero esta enfermedad no era cualquier enfermedad. Desde hacía 12 años, ella padecía hemorragias lo que la hacía, según la ley judía, una persona “impura” que debía vivir retirada y a quien nadie podía tocar. De hecho, durante la menstruación, todas las mujeres eran consideradas así, pero a ésta mujer la hemorragia no se le pasaba desde 12 años atrás...había invertido todo el dinero que tenía en médicos y nadie había podido curarla. Entonces la religión la excluía, en médicos había gastado todo su dinero, y vivía excluida de la sociedad sin ningún derecho ni signo de dignidad.

Cuando pasa Jesús, ella lo toca y siente que su hemorragia a cesado. Pero en medio de toda esa gente, Jesús también siente que alguien lo ha tocado. Sus amigos le dicen ¿con toda esta gente a tu alrededor preguntás quien te tocó? Pero Jesús insiste, él ha sentido salir poder de él. Entonces la mujer se presenta, temerosa, sabiendo que ha hecho algo que no podía hacer, exponiéndose ahora a una mayor humillación, pero Jesús le dice: Hija, tu fe te ha salvado. Márchate en paz y sigue sana de tu tormento.

Pero este relato que cuenta Marcos, había comenzado con un funcionario que le había pedido a Jesús que interviniera ante su hijita enferma. Esto de la mujer sucedió camino a su casa. Y continúa el relato diciendo que estando cerca de su casa les avisan que la niña había muerto que no era necesario “molestar al maestro”. Jesús le dice al padre de la niña: “tu no temas, ten fe y basta”.

Luego, Jesús entra a la casa, toma a la niña de la mano, le ordena levantarse de la cama, la niña “resucita” y él le dice a sus padres que le den de comer.

Te preguntarás qué tiene que ver esto con el yoga...te lo comparto.

Hoy sólo es necesario repetir las palabras de Jesús: ten fe, no temas, tu fe te ha salvado. Con atrevimiento yo agrego: ni Jesús, ni el manto...la fe. Es cierto, en medio está Jesús, esa personalidad, esa presencia que comunicó y comunica hoy a muchos, que “si tuviésemos un grano de fe…” También nosotros podemos estar años desesperados, esperando de otros hasta que un día decidimos ponernos en el camino de la verdad, de la fidelidad a uno mismo y expresar nuestras necesidades. Aquella religión y aquella ley que ahogaba a la mujer con hemorragia, ¿no existe hoy en nuestra forma de vida, de otras formas, con otras personas? ¿No expulsamos al margen de todo a miles de personas “no dignas” de vivir en sociedad?

El yoga me ha enseñado a confiar en mi corazón. Me ha invitado a estar disponible para los demás. Me ha detenido por los caminos de mi vida viendo a los lados, a tanta gente que muere en las fronteras de nuestra vida cómoda y segura. También he necesitado, como ese funcionario, he tenido que pedir ayuda y ante el límite la práctica me ha recordado siempre “no temas, ten fe y basta”. La práctica me ha impulsado a la búsqueda, me ha recordado que el Espíritu siempre está llegando y haciendo todo de nuevo, sólo es necesario dejarlo entrar en nuestra vida, presentarle nuestro dolor y aceptar la presencia del amor que todo lo puede.

Esa mujer con hemorragia se curó de eso, pero seguramente un día enfermo y un día murió. La hija del funcionario también, cuántas enfermedades habrá tenido a lo largo de su vida hasta que un día se enfermó y murió. Lo mismo que todos los que estaban allí en un acontecimiento o en el otro. Todos murieron un día. El yoga no va a salvarme de eso. Sí me ha salvado de sufrir a solas, si me ha salvado de creer que unos son dignos y otros no. Y la meditación en la personalidad de Jesús, presentarle mis dificultades y mis necesidades ha sido y lo seguirá siendo seguramente, un alivio, un bálsamo, una luz que ilumina, una fuerza que fortalece mi frágil práctica.




martes, 25 de junio de 2024

Tempestad calmada o Jesús en atención plena


Cuenta un relato de Marcos que un día Jesús dijo a sus amigos que tomaran la barca y se echaran al mar para cruzar a la otra orilla. Pero en medio del camino, estando lejos de ambas orillas se desató una tormenta que puso en peligro la vida de todos. Dice el texto que: "las olas se abalanzaban contra la barca, y ya la barca se iba llenando". Los discípulos obviamente se asustaron pero Jesús dormía recostado en la popa.

Esa es la presentación y centro de la historia contada: una tempestad, una barca con un puñado de hombres, todos a punto de morir ahogados y su maestro duerme plácidamente.

Entonces van y lo despiertan y le recriminan si acaso no le importa que todos mueran ahogados. Jesús se levanta, calma el viento y les dice: ¿Por qué son cobardes? ¿aún no tienen fe? (Ese es el final de la historia). Seguramente te preguntarás qué tiene que ver éste milagro narrado en el que Jesús calma el mar con el yoga. Te lo comparto.

Seguridad e inseguridad

Muchas veces me ha tocado responder ¿de qué te ha salvado el yoga? Ante situaciones dolorosas, ante “tempestades” tan humanas, he respondido (obviamente, luego de respondermelo a mí mismo), ¿de qué me ha salvado el yoga? No de las tormentas sino de morir en medio de ellas. Me ha salvado de morir de angustia, de miedo, de ira...me ha salvado de no saber que hacer, de no encontrar salida y de que cuando parecía que no tendría salida, me ha salvado enseñándome a confiar y a tener fe y esperanza.

Pero hay otro detalle que también está presente en el inicio de este relato. El yoga, el trabajo del autoconocimiento, me ha llevado a navegar hacia las otras orillas. La práctica sostenida me ha llevado a descubrir al otro en mi corazón, a tentar acercarme, a investigar en esas otras orillas que viven dentro de mi manera de mirar y de ver. La práctica me ha salvado de la comodidad disfrazada de refugio. Atravesar algunas tormentas en la barca de la práctica me ha llevado a amar mi práctica.

Pero hay algo más. El relato describe a un grupo de hombres a merced de las fuerzas de la naturaleza. Esa separación entre el ser humano y su propia naturaleza. Y la expectativa de ellos mismos de que Dios va a salvarlos y si no, los salvará su maestro. Han pasado más de 2 mil años y corremos el mismo riesgo que ese grupo de discípulos: todos asumimos que Dios salva a unos y mata a otros, por eso nos cuesta creer en Dios, porque hasta los que no creen, no creen porque asumen que Dios será así: un administrador entre las fuerzas de la naturaleza y nuestras “obras” de obediencia o desobediencia...así es muy difícil creer y tener fe.

El miedo, el valor y la fe


Pero veamos algo más, si leemos el relato, culmina con dos preguntas: ¿por qué son cobardes? ¿aún no tienen fe?

Podríamos leer estas preguntas que Jesús hace a sus amigos como: ¿por qué no creen en ustedes mismos? ¿por qué siguen esperando? ¿por qué tienen miedo a la naturaleza? Esta podría ser una experiencia que tenemos cuando iniciamos con compromiso de vida la larga jornada del autoconocimiento:

No podemos saber quién es que somos si permanecemos toda la vida en la comodidad de nuestra orilla. Es necesario cruzar, ir hacia la otra orilla.

No podemos cruzar nuestros mares si no contamos con una barca. ¿Cuál es tu barca? ¿Quiénes viajan contigo?

Navegar es arriesgarse a cruzar alguna tormenta. El autoconocimiento no nos salva de las tempestades. Conocerte, ¿de qué te salvaría?

Ya lo vimos más arriba: como los discípulos de Jesús, no vamos solos en la barca, otros van con nosotros y nuestra confianza y nuestra fe también viajan con uno...cuando estás en medio de tus tempestades, ¿en qué o en quién confías?

Las tormentas de los otros

Otra cosa me ha aportado la práctica a la luz de las enseñanzas de Jesús: hay otras tempestades que sacuden las barcas de otros. Barcas en las que no viajo y tormentas que no atravieso...pero que están allí y requieren mi mirada, mi atención, mi compromiso y también mis acciones. El valor ( ¿por qué son cobardes?) y la confianza (¿aún no tienen fe?), también están allí para acompañar a otros, para calmar sus tormentas y compartir el viaje hacia la otra orilla.

En atención plena

Cuando la tormenta se puso brava, los discípulos se asustaron y reclamaron a  su maestro que hiciera algo, pero él dormía. Jesús, en la popa de la barca dormía. La tormenta no lo angustiaba ni le impedía el descanso. Entonces se puso de pie y dijo al mar y al viento. "silencio, estate callado" y el mar se calmó. 

Resulta difícil de creer que Jesús haya "callado" al viento y calmado al mar así, literalmente. 
¿Qué sucedió entonces? Cuando todos estaban presos del miedo y la angustia Jesús descansa. Duerme. No es que él esté ausente del sufrimiento de la gente, su vida muestra que no es así su  persona, quizás  podríamos inferir que para la precaria fe de sus amigos y discípulos, que se agitan y se alteran, el maestro parece dormido. Su seguridad radica en otra experiencia, no en el miedo y la inseguridad sino en la confianza y la comunicación con Dios. Y cuando tiene que actuar ¿Qué hace? El relato no lo muestra desesperado clamando a Dios que lo atienda. Tampoco reparando la barca o vaciándola. Jesús habla con la naturaleza. Dialoga con firmeza, con la seguridad de quien está despierto. Cuando todos los discípulos duermen, anestesiados por la falta de fe y confianza en sí mismos, Jesús está despierto yendo al centro del problema: le dice al mar y al viento "silencio..." Por eso elegí ese título: "Jesús en atención plena". Pues este episodio nos recuerda la esencia de la práctica que en la tradición del yoga se llama "atención pura" y en el Budismo, "atención plena". Quizás Jesús no duerme en la barca, quizás está en atención plena. 













lunes, 27 de mayo de 2024

¿Para qué vivimos?


Cuenta Marcos que un día, estaba Jesús con sus discípulos en un lugar cuando se le acercó un hombre corriendo. Se acercó, se arrodilló y le dijo: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” Resulta que no se trataba de alguien con una dolencia o una enfermedad que necesitara curación: se acercó corriendo y se arrodilló. Tampoco se trataba de un “endemoniado”, alguien que no pudiera plantear sus propias necesidades, pues le hizo una sola pregunta, muy certera y muy acorde a lo que un hombre religioso de su cultura y su época podía hacerse: “Maestro bueno, ¿Qué haré para heredar la vida eterna?”

Podríamos pensar que ésta persona hace una pregunta referida al autoconocimiento. No se está ocupando de cosas concretas, materiales o de problemas de salud sino, del autoconocimiento:“...¿Qué haré para heredar la vida eterna?”

Entonces Jesús comprendiendo de dónde venía su pregunta responde en el mismo ámbito. Primero le dice que no lo llame “maestro bueno” porque nadie es más bueno que Dios. Como si Jesús le dijera que esa relación “última” no es con él sino con Dios, como decir que esa pregunta obedece a esa relación: amigo, esa pregunta es entre vos y Dios mismo… e inmediatamente le recuerda: “Ya sabes los mandamientos” y se los enumera. Para un judío que intentara comprender el camino a la vida eterna estaba claro que ese camino comenzaba con el respeto y el cumplimiento de la Torá, la ley judía que además era la identidad cultural y religiosa del pueblo. El hombre le dice que cumplía con todo y agrega “desde pequeño”. Entonces Jesús le dice que vaya, que venda todo y que entregue el dinero a los pobres y luego vuelva para vivir con él y seguir el camino. Pero el hombre, que era muy rico, se marchó triste porque no podía hacer eso. Viéndolo partir, Jesús le dijo a sus discípulos que “es muy difícil entrar en el reino de los cielos a los que ponen su confianza en el dinero”.

Seguramente te preguntarás que tiene que ver ésta historia con el yoga. Te comparto.

El hombre rico iba con una pregunta existencial, aunque pareciera muy concreta “¿qué cosas debo hacer?” era existencial: “para alcanzar la vida eterna” y Jesús unifica ambas dimensiones en una sola respuesta: “ve, vende todo y dáselo a los pobres, luego ven y sígueme”.

En nuestra cultura, el dinero siempre aparece como un vehículo, como un trampolín a la realización personal. Y muchas veces quienes cuestionan esto es porque no les hace falta el dinero para comer, para estudiar, para ir al médico...sus necesidades básicas materiales, están satisfechas. Pero para el que no tiene un piso digno desde donde pararse, el dinero y lo que viene con el dinero resulta indispensable. Por eso quizás, ocuparse de los últimos, de los más pobres es una de las cosas que Jesús pide a sus discípulos y en este acontecimiento a éste hombre rico. Lo que se requiere para “alcanzar la vida eterna” no es tanto ser ni erudito, ni cumplidor de todos los mandatos sino, estar dispuesto a compartir. No se trata de individuos sino de comunidades, no se trata de “yo” y de lo “mío” sino de “nosotros” y de lo “nuestro”.

El hombre del relato, desde pequeño dice que practica toda la ley y la cumple. Pues bien, para Jesús, si no había aprendido a compartir entonces aún no había iniciado su camino: “ve, vende todo y dáselo a los pobres. Luego ven y sígueme.” Allí empieza el camino del autoconocimiento, cuando realizamos acciones concretas para salir del condicionamiento egoísta, cuando dejamos de mirar tanto nuestro ombligo y vamos al encuentro del otro y concretamente del que más necesita.

En nuestra sociedad y en nuestro tiempo concreto, ¿nunca te has cuestionado que lo que vos tenés en otro lugar falta? ¿No pone eso un orden de prioridades y de “usos” de las cosas? ¿deberíamos no tener nada y darlo todo? (¿No es ésa una trampa que nuestro ego nos hace para no resignar nada finalmente?). Podemos trabajar y ganar dinero dignamente. Podemos tener lo necesario para desarrollar nuestra vida y podríamos también hacer eso sin la más mínima intención de acumular y con disposición a compartirlo siempre. ¿Cuánto de cada cosa, objeto, posesión o dinero que tenemos necesitamos realmente para desarrollar una vida digna? ¿Cuánto de todo lo que tenemos empieza a ser un obstáculo a la libertad y la felicidad? Porque lo que tenemos, tenemos que cuidarlo, sostenerlo, porque “es nuestro”…

¿Hablamos sólo del dinero? Jesús, ¿está hablando del dinero? Del dinero y de todo lo que compramos con él y “asegura” una vida cómoda. Pero también está hablando seguramente de esas otras riquezas que también nos separan de las personas y excluyen de la fiesta de la vida a grandes mayorías. Nuestras vanidades, nuestro culto al éxito, a ser los mejores. Nuestra mayor y peor riqueza es la de pensar sólo y únicamente en nosotros y en los nuestros. Todas las tradiciones del mundo de todos los tiempos nos lo recuerdan: no basta con tratar de ponerte a salvo. No basta con asegurar la educación a tus hijos, ser un “buen padre o madre”, la libertad del sufrimiento, una vida digna de ser vivida incluye a los demás. La mayoría de nosotros nos comportamos bien. No hacemos daño, no violentamos a nadie y tratamos de no hacerlo nunca. Pero parece que no basta porque de todas formas igual sufrimos y permanecemos prisioneros del apego, del aferramiento y de la hostilidad. Sufrimos y hacemos sufrir. Es preciso entonces parece, colaborar en un mundo más justo, en una vida digna para todos aquí y ahora. Extender las fronteras hacia la vida del otro y muy especialmente hacia los que menos tienen y menos pueden.

¿Para qué vivimos? El autoconocimiento se pregunta eso. ¿Para que vivimos? Cuando empezamos a caminar el sendero del autoconocimiento ya hemos alcanzado la verdad de que el sentido de la vida no puede ser luchar, luchar y luchar, padecer sufrimientos, tratar de evitarlos, y entonces angustiarnos...ha de haber algo más: ¿para qué vivimos? Para vivir como una gran familia. Eso parece ser todo. Cuando vivimos la fraternidad, cuando vivimos la experiencia de ser hermanos, familia, entonces naturalmente la vida se organiza y hay paz. Cuando vivimos para nosotros y los nuestros, surge la tensión, crece la ignorancia, abunda el apego y la hostilidad...y así ¿Quién puede ser feliz? Incluso los que tienen y los que acaparan, vivirán temiendo perder lo que tienen y han acaparado. (¿No te suena a la vida tal como es ahora mismo?)

¿Qué hizo aquél hombre rico cuando Jesús le dijo “una sola cosa te hace falta. Ve, vende todo y dáselo a los pobres?” Se marchó triste, porque no podía hacer eso. Los antiguos yoguis nos dicen desde tiempos remotos: el apego, el aferramiento, es la segunda causa del sufrimiento. También nosotros andamos la mayor parte del tiempo, como aquél hombre rico: tristes.






















jueves, 25 de abril de 2024

De tres maneras


Seguramente habrás escuchado o leído alguna vez acerca de la resurrección de Jesús. Luego de ser asesinado en una cruz al estilo romano de su época, Jesús resucita y se aparece a varios de sus discípulos. La muerte y resurrección...vivir después de morir...de alguna manera “vencer la muerte”, vencer el fin de todas las cosas.

Luego de las apariciones, las comunidades que seguían a los discípulos de Jesús, que transmitían el recuerdo y la enseñanza de haber vivido con él y haber sido testigo presencial de su vida pública, irán dando forma a la iglesia Cristiana, la iglesia de Jesús y esos relatos serán pilares y cimientos de esa nueva comunidad.


De tres maneras

Luego de su muerte, Jesús aparece en situaciones muy particulares: a Magdalena en medio del huerto, (cuando ella va a visitar su tumba el domingo a la mañana), en el camino a los discípulos en el monte y en el camino a Emaús (y lo reconocen al partir el pan en la cena), a los discípulos reunidos cuando estaban orando. Son varias las apariciones pero quizás podríamos reunirlas en esta secuencia: 1 Jesús se aparece resucitado en el camino, 2 se hace presente al partir el pan en la mesa compartida, 3 se hace presente en la comunidad reunida. No perdamos de vista esto, más adelante volveremos.


¿Es real sólo lo que se puede ver?

Este es el meollo del asunto de la resurrección. ¿Es real únicamente lo que se puede ver? Si esto es así, la experiencia interior, la experiencia de la vida interior, ¿no es real porque no se puede ver?


Los relatos de la resurrección de Jesús que mostraron a Jesús comiendo y teniendo un cuerpo físico concreto que podía “palparse” tocando las heridas causadas por los soldados durante su muerte, quizás exageraron porque cayeron en esa trampa: sólo es real lo que podemos ver y tocar. Pero en cualquiera de las tres formas en las que se podría resumir las apariciones de Jesús resucitado, él no aparece solo, aislado, flotando en el aire, desconectado de la afectividad y de la emocionalidad de sus discípulos y amigos. Jesús aparece en medio de ellos, se les aparece a ellos, en medio del dolor, del miedo, de la angustia, de la tristeza...sus apariciones son una experiencia espiritual que los amigos de Jesús tendrán y han seguido teniendo 2 mil años después.


Y por ser una experiencia espiritual, íntima, personal, no “palpable” ¿debe convertirse en dudosa? ¿Sólo si lo veo con estos ojos físicos, sólo si toco su cuerpo físico entonces su vida es real y verdadera?


Te preguntarás que tiene que ver esto con el yoga. Te comparto.


Hace 25 años que soy instructor de yoga y comparto mis clases, cada semana, cada día, compartiendo además cursos, talleres, formación de instructores, meditaciones y retiros. Un grupo de personas permanecemos practicando juntos y cada temporada se acercan nuevos amigos y amigas. La trayectoria no ha sido lineal. Hemos pasado por etapas de mucha “creatividad” y arduas etapas de “sequía”...nuestro grupo, que me toca timonear, muchas veces ha expresado una realidad espiritual, en encuentros, meditaciones y retiros...y otras veces hemos caminado, he caminado, como los discípulos de Jesús, triste, desesperanzado, con una espera de que algo suceda casi desanimado… Cuando la experiencia desbordó y también cuando atravesé etapas de sequía, diría de desierto, en unas y otras, siempre fue resultado de lo que estaba sucediendo en el plano de la experiencia interior. No podemos palpar esa fuerza que nos motiva ni podemos poner en una caja para exhibir la desesperanza o la angustia de esas etapas del desierto, pero sí podemos describir y evocar nuestras emociones, sí podemos compartir que cuando estamos reunidos, meditando, en un plano de horizontalidad, convocados por nuestras necesidades más profundas y animados por la sed de encontrarle sentido a las cosas que nos ocurren, entonces una fuerza nos reúne, nos acompaña y nos impulsa. En la ronda, en la reflexión y en la escucha amorosa surge una lucidez y una claridad que nos motiva y anima. Eso todos podríamos compartirlo. Cuando nos reunimos y ponemos en común nuestra vida, entonces abrimos paso al Espíritu que nunca se fue, siempre estuvo allí.

En mi experiencia personal de encuentro con Jesús, no puedo tocar su piel, ni escuchar su voz como escucharía tu voz...pero puedo sentir su presencia en mi corazón nutriendo lo mejor en mí y puedo sentir su fuerza en la comunidad animándonos. Es una experiencia personal por tanto intransferible, pero real y verdadera. Una experiencia que me recuerda que Dios nunca deja de estar. Cuando toca caminar el desierto, cuando toca vivir el desánimo, la experiencia viva del Maestro en mi corazón me recuerda que Dios nunca es ausencia, nunca “no está”. En mi tiempo personal, en nuestro tiempo histórico, el Espíritu se hace presente en la comunidad, cuando nos animamos a poner en común nuestra vida.







Cautivos

Una vez estando Jesús con sus discípulos , llegó un hombre y le hizo ésta pregunta: “Maestro, qué debo hacer para heredar la vida eterna?”… ...