martes, 15 de octubre de 2024

Cautivos


Una vez estando Jesús con sus discípulos, llegó un hombre y le hizo ésta pregunta: “Maestro, qué debo hacer para heredar la vida eterna?”…

Un hombre joven, que busca a un maestro, se acerca a él y le pregunta qué debía hacer para “heredar la vida eterna”, ésa era pues una de las preocupaciones del mundo hebreo en tiempos de Jesús: cómo llevar una vida ética, moral, religiosa que le asegurara a la persona una vida eterna luego de morir. Y esa conducta estaba “regulada” por la ley, por los mandamientos que Moisés había recibido del mismo Dios y había dado al pueblo en la antigüedad. La conversación hasta allí parecía lógica para la época y el ambiente religioso del momento. Lo que sigue en la conversación es propio de las conversaciones con Jesús.

Él le dice que cumpla los mandamientos y el hombre le dice que eso ya lo hace todo. Entonces Jesús le agrega: “Marchate, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y regresa conmigo”. Y el texto dice: ..Entonces el hombre se marchó entristecido porque tenía muchas posesiones.

La riqueza material

En una primera instancia podríamos mirar el texto pensando que sólo refiere a los aspectos materiales: ser rico es una dificultad para experimentar completamente el proyecto de Jesús. Su experiencia de Dios requiere una actitud hacia los últimos, hacia los más necesitados y fundamentalmente una actitud personal respecto a la riqueza, el mismo texto dice más adelante: Jesús, mirándolos en torno, dijo a sus discípulos:

- ¡Con qué dificultad van a entrar en el reino de Dios los que tienen el dinero! (Marcos, 10.23)

El apego personal

Esta es otra dimensión del mismo texto. Quizá la principal dificultad que el joven rico tiene, no es los bienes materiales que poseía sino su apego a ellos. Ante la sugerencia de Jesús: “Márchate, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y regresa conmigo”, el hombre se marcha entristecido “porque tenía muchas posesiones”. Parece que es difícil experimentar el proyecto de Jesús también si se vive apegado a lo que materialmente poseemos, luego de que el joven se marcha, y como los discípulos no comprendieron cabalmente qué había sucedido, Jesús les agrega: “- Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios para los que confían en las riquezas!”

¿Alegría o tristeza? ¿Cuál es el fin?

Vivimos para ser plenos. Buscamos la felicidad. Antes, en tiempos de Jesús y ahora en nuestro tiempo. Los seres humanos buscamos esencialmente la paz, la felicidad y la plenitud. Quizás equivoquemos los caminos y los medios y sólo obtengamos más dolor, pero la búsqueda siempre en todos es de la paz y de una vida plena. Por eso la pregunta, que apunta no a lo que buscamos sino a lo que obtenemos: ¿felicidad o sufrimiento?

Quizás te preguntes qué tiene que ver ésto con el yoga y la meditación...Te comparto.

También el camino del yoga se pregunta lo mismo: ¿cómo experimentar una vida plena? También la tradición del yoga se pregunta por qué los eres humanos anhelando desde siempre la paz y la plenitud sólo consiguen más dolor y sufrimiento. Y a esta pregunta se responde en la tradición que es por apego. Sufrimos por los tres “venenos” dice Patanjali: por apego, por aversión y por ignorancia. Apego, creyendo que aferrándonos a lo “placentero” ésas experiencias serán para siempre. Aversión porque creemos que podemos evitar y eliminar de nuestra vida todas las situaciones y experiencias “desagradables”. Y la ignorancia no refiere a saber o no saber sobre teología o filosofía, sino a esas creencias que mencionábamos antes. La ignorancia de creer que somos lo que tenemos, que lo placentero o desagradable de la vida nos define…

Volviendo al pasaje de la vida de Jesús, el texto de Marcos dice que “el hombre se marchó entristecido”. Y esa es la conexión de la conversación relatada en el texto y la práctica de yoga. Practicamos para vivir plenamente, para experimentar la libertad, el amor, la felicidad y lo hacemos sabiendo que la vida va a presentarnos momentos y etapas, situaciones agradables y desagradables, y que la felicidad no depende de lo agradable o desagradable sino de nuestra conciencia para vivirlo. Lo que le ocurría al hombre rico era que no él era consciente de la medida en que su posesiones lo limitaban. Creía que sólo se trataba de “cumplir” leyes y mandamientos, pero Jesús le dice que lo esencial es su relación con lo que tenía...y también con los que no tenían nada.

Nuestra práctica de yoga y meditación ha de llevarnos por ese camino de comprensión: lo definitivo son nuestras creencias, lo que define nuestra vida es la relación ética con lo que tenemos. Y las acciones que aseguran la felicidad o plenitud (ésa experiencia de vida eterna que el joven rico anhelaba), no es la acumulación de riquezas materiales o intelectuales incluso, (como si de un favor de Dios se tratara, como una especie de “premio”) sino nuestro desapego, nuestra disposición a soltar y desprendernos y nuestra consciencia de quiénes son los que necesitan.

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Una vez estando Jesús con sus discípulos , llegó un hombre y le hizo ésta pregunta: “Maestro, qué debo hacer para heredar la vida eterna?”… ...