martes, 30 de enero de 2024

En medio de la tormenta


Resulta que un día, después de mucho trabajar atendiendo personas seguramente enfermas, con infinidad de situaciones de sufrimiento, los discípulos se van a la mar en una barca y con ellos va su Maestro Jesús. En un momento se desató una tormenta, un fuerte viento que amenazaba hundir la barca: las olas se abalanzaban contra la barca, y ya la barca se iba llenando…” pero Jesús dormía en el cabezal de la barca, aparentemente despreocupado de la suerte de sus discípulos. Tal fue la amenaza de la naturaleza que hasta los discípulos avezados en la pesca parece que se preocupaban de que morirían allí ahogados...y Jesús seguía durmiendo. Imaginemos el momento, (que no habrán sido 5 minutos), muchos en una barca precaria, viento y oleaje y el agua entrando...y el Maestro que debía estar “preocupado” por ellos, duerme.

El relato luego continúa, Jesús se despierta y manda a que el viento y el mar se calmen. Y se calman. Es lo que se llama uno de los “milagros de naturaleza”. Es muy difícil de imaginar que eso ocurrió verdaderamente así, más bien parece ser un símbolo, una forma de contar a través de los siglos, acerca de la personalidad de Jesús y de cómo era estar junto a él…

Quizás te preguntes qué tiene que ver esto con el yoga. Como en todos los milagros que se relatan de Jesús, yo creo, humildemente lo digo desde mi entendimiento y reflexión, que lo más interesante para nosotros hoy día, no tiene que ver con discutir si realmente le gritó al mar que se calme y el mar se calmó, sino con todo lo que ocurre antes y después entre las personas que participan…

Pensá la escena: la barca cruzando de una orilla a la otra, una tormenta que te sacude, te amenaza, pone en riesgo tu vida incluso. Y aquello en lo que vos confiás...no aparece.

Los discípulos de Jesús intentaron dominar la barca pero parece que el desastre era inminente, entonces clamaron a su Maestro. Necesitaron de él, le dijeron: Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”… qué reclamo más humano. Dirigido al maestro, a Dios, a la naturaleza, a la sociedad, a los otros...todos lo hacemos muchas veces: ¿a nada ni nadie le importa lo que me sucede?, ¿la vida misma no va a cubrir mis necesidades ahora?, ¿no lo merezco?

Los discípulos asustados le reclaman al Maestro que haga algo casi pretendiendo manipularlo: “¿no te importa…?”

Es el límite. Es cuando encontramos que estamos llegando a nuestro límite...¿en qué confiamos entonces? Los discípulos confiaron en la fe que le tenían a su Maestro...pero ¿es así de verdad? ¿O simplemente querían salvarse? ¿Eso sería la fe? De hecho, después de calmar el mar, Jesús les dice: ¿Aún no tenéis fe?”

Las fuerzas “externas” nos sacuden , nos atormentan, nos llevan al límite. Sentimos que no podemos más. Y nosotros creemos que tener fe en el espíritu es creer que una fuerza exterior dominará para nosotros esas dificultades. Si la vida me presenta o me propone unas circunstancias que no me son “favorables”, entonces Dios hará los arreglos.

El mensaje de este pasaje no es el hecho milagroso del Maestro dominando a la naturaleza. El mensaje parece ser que Jesús les reclama acerca de la fe, cómo llegaron a creer que iban a ahogarse: ¿Por qué sois cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”

Ese es el meollo de la fe y de la experiencia espiritual. ¿En qué vamos a creer? ¿En un poder que desde algún lugar invisible y poderoso domine a la naturaleza porque ésta puede llegar a ser mala?¿Creeremos en el Espíritu que utilizamos como una herramienta y luego la dejamos en un cajón hasta la próxima? ¿la fe es para salvarnos, para evitarnos dolores de cabeza?

El Dios que Jesús experimentaba, lo experimentaba en el silencio de la noche cuando iba a solas a orar y meditar. El Espíritu que Jesús comunicaba decía él mismo “es como el viento, que no sabés de dónde sopla”… Por eso “a yoga con Jesús”, porque es en el silencio que aprendemos a vivir en el yoga que experimentamos la contención, la razón de ser y la plenitud del Espíritu. Aprendemos a sentir a Dios en nuestro corazón y entonces tenemos la experiencia de Dios transformándonos, escuchándonos y a nuestro lado. Si creemos en “la magia del Espíritu” o en algún dios en algún lugar administrando suertes y desgracias, cuando nuestra barca parezca hundirse no haremos ni sentiremos nada diferente del que no cree. Creer en Dios, sentir la presencia del Espíritu empieza por creer que podemos sentirlo en nuestro corazón, que su silencio no es ausencia o abandono sino, el espacio, el tiempo, la dimensión en la que podemos experimentarlo tan real. Como decía Jesús (y te lo cuento con mis palabras pero podes ir a buscarlo al texto*): cuando estés rezando, cuando vayas a meditar, no te preocupes por qué cosas decir ni de qué manera...Dios que está en el silencio te escucha en el silencio y sabe lo que precisás...andá, resguardate en tu habitación, a solas, cerrá la puerta y estate en silencio.


*Evangelio de Mateo, capítulo 6 versículos del 7 al 15






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