lunes, 26 de febrero de 2024

¿Dónde?

 Cuentan los evangelios que un día Jesús llevó a tres de sus discípulos y los condujo a lo alto de un monte. Una vez allí, estos tres que eran Juan, Pedro y Santiago, tuvieron una visión. Vieron que junto a Jesús estaban Moisés y Elías, profetas del pueblo Hebreo, obviamente muertos hacía muchísimo tiempo. El relato dice que había una especie de luz blanca , como una atmósfera muy particular y que en medio de todo eso escucharon una voz, la voz de Dios que les dijo que escucharan a Jesús y que ellos se sintieron muy bien, al punto que le llegaron a plantear a Jesús que podían hacer tres chozas para ellos, y quedarse allí...pero parece que Jesús tenía otro plan. Bajar del monte, volver con la gente y que no contasen nada de lo que habían experimentado.

El relato se inscribe en el estilo de la teología y dentro de la teología como una teofanía, es decir, una “manifestación de Dios”. Con ese relato se quiso confirmar la “divinidad” de Jesús… Es de los relatos construidos por las comunidades después de la muerte de Jesús, y aunque muchas veces se lea como un hecho histórico, nunca sucedió sino que fue construido para reafirmar un concepto: “la divinidad de Jesús”...que muchas veces en estos dos mil años opacó su completa humanidad y nos alejó tanto de su enseñanza…

Seguramente te preguntes qué tiene que ver esto con el Yoga. Qué contacto puede tener esta teología propia del antiguo testamento con nuestra vida concreta y cotidiana. Te comparto mi parecer…


El relato

En la literatura espiritual la construcción de un relato no tiene como cometido falsear la realidad o “inventar” cosas, sino transmitir una experiencia fuerte, algo que marcó profundamente la vida de quienes participaron. Una cosa es como se escribieron las verdades espirituales en la antigüedad y otra cosa es lo que quisieron transmitir. Si nos quedamos en la forma...no hay relación. Si miramos más allá de la forma podemos encontrarle el sentido último a lo que se transmite en la literatura.

Resulta que los tres amigos íntimos de Jesús fueron con él a un espacio en la montaña. Allí, algo sucedió. Ellos sintieron una cercanía espiritual que los conmovió y tras la experiencia llegaron a comprender quién era su Maestro y amigo. Allí se estaba muy bien: no habían enfermos que curar, no habían personas que liberar, no habían excesos religiosos ni injusticias. Nadie reclamaba nada, nadie sufría...Allí se estaba muy bien. Juan, Santiago y Pedro, como cualquiera de nosotros, no querían dejar ese lugar ni perder esa experiencia. En lo alto de la montaña, ellos tres, Jesús y la experiencia espiritual. Abajo, en el llano, la vida, la gente, las dificultades, el sufrimiento, el aprendizaje… La elección parecía ser clara: “que bien se está aquí”. Hagamos tres chozas y quedémonos. Vos, ¿no dirías lo mismo?


Entre la forma y el contenido

Si miramos sólo la forma, no hay contacto del relato con nuestra vida. Si miramos el contenido...tal vez sí. Nos pasa eso mismo muchas veces: invitamos a un retiro de yoga y lo que más promocionamos es la naturaleza del lugar, el salón de práctica mirando al lago, la música, el ambiente, las cabañas o habitaciones...lo bien que te hará sentir “invertir” en esa experiencia...o nos pasa que en un encuentro de meditación todo está bien y no queremos salir de allí y no realizamos nunca el esfuerzo de conectar la práctica de la meditación con la vida concreta: el monte con el llano. Es que como Juan, Pedro y Santiago, también nosotros queremos “sentirnos bien”.

¿De qué se trata?

La vida espiritual, ¿se trata de estar bien? ¿se trata de sentirnos bien?

Si el bienestar depende de una experiencia sensorial, es decir de “satisfacer los sentidos” con experiencias agradables, entonces por la misma naturaleza de la experiencia, ese bienestar pasará. Lo que depende de los sentidos es transitorio. No es una cuestión ética o moral, no es que por ser de los sentidos la experiencia es mala...es transitoria. Es un bienestar muy relativo, y los tres discípulos de Jesús confunden ese “estar bien” con la verdadera plenitud...y nosotros generalmente, también lo confundimos. Toda la literatura espiritual de todos los tiempos nos dice lo mismo referente a este punto: no busques fuera, la plenitud está dentro. En casa, en tu hogar, en el sí mismo.


La sensación no es la experiencia.

La experiencia es siempre subjetiva. ¿Dónde está Dios?

Nos reunimos a pasar un fin de semana en un retiro. Comemos juntos, cantamos algunas canciones espirituales, practicamos yoga, meditamos, reflexionamos juntos en comunidad...y tenemos hermosas sensaciones. Muy cercanas a la felicidad. Cantamos unas canciones, rezamos un rato, luego un profundo silencio y la sensación es hermosa: qué bien se está allí. Luego termina el retiro y cada uno regresa a su vida cotidiana. Las sensaciones pasaron y alguno quizás atesore una “experiencia” espiritual. Algo más que una sensación, algunos tuvimos una experiencia. Al igual que Pedro, Juan y Santiago, también nosotros quisiéramos quedarnos allí – o así- para siempre.

La experiencia también ha pasado. Luego del retiro uno puede compartir la experiencia de transformación que tuvo...pero es subjetiva, porque otros pueden haber tenido otras experiencias o ninguna incluso. Entonces ¿dónde está Dios? Dios no está en el fenómeno ni en la experiencia ni en la sensación...El Espíritu es la esencia, y como tal, está en nosotros siempre, tengamos o no la experiencia espiritual...es la fuerza que pulsa la vida, es la creación manifestándose en cada uno de nosotros tal y como somos, por tanto Dios no está ni es, el fenómeno o la sensación o la experiencia que siempre pasan y cambian...Dios es y está en nuestra vida desde siempre, acompañando en la forma y en la esencia, en la historia y en lo definitivo...quizás por eso Jesús, pasada la experiencia vuelve con sus tres amigos al llano, allí donde estaba la gente esperándolos, donde se jugaba la vida misma con sus dolores, sus trabajos y sus desafíos.

Si nosotros progresamos un poco en el camino, si avanzamos un poquito nomás en este largo caminar, también vamos a tener que preguntarnos lo mismo. También tendremos que decidir un día ( si ya no lo hemos hecho), dónde permanecer. ¿En lo alto de la montaña o en el llano? Sin desconocer que el retiro es tan necesario, la montaña, la cumbre, la experiencia, escuchar el Espíritu es tan necesario...pero luego, cuando esa experiencia pase, porque pasará, tendremos que preguntarnos ¿dónde está Dios? ¿qué sería “estar bien”?


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