martes, 22 de agosto de 2023

Ese otro, tu hermano


Las heridas emocionales surgidas en las relaciones interpersonales, son la mayoría de las veces, el camino que transitamos cuando no podemos detenernos y mirar el sufrimiento. Vamos por la vida, durante años, cargando resentimientos, culpas, heridas, lastimaduras...y lo que decimos que queremos, necesitamos o que nos gusta o no, generalmente proviene de ahí, de ese almacén de emociones y creencias que la mayoría de las veces también, va quedando relegada bajo el umbral de la conciencia. Sabemos que algo nos duele, pero no sabemos ni dónde, ni cómo, ni siquiera desde cuándo.

Hablando del perdón y de la ética, Jesús una vez dijo algo así: si yendo a presentar tu ofrenda al altar, te acuerdas allí de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, ante el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano; vuelve entonces y presenta tu ofrenda.

Es decir, si cuando vas a tu práctica, “si cuando vas a dejar tu ofrenda en el altar” que sería como decir “si cuando vas a sentarte a meditar” o a realizar la práctica que sea, recuerdas que alguien tiene algo contra ti, es decir, hay una cuenta pendiente, algo que aclarar, sanar, curar o decir, “ve primero a reconciliarte con tu hermano...”

Lo primero: ¿qué puede ser más importante? ¿Cumplir con el rito o ir a reconstruir una relación? Lo segundo: “tu hermano”… parece que Jesús no quiere que veamos al otro como un desconocido, sino como un “hermano” un igual a vos, un igual a mí…

Te preguntarás qué tiene que ver ésto con el yoga. Te comparto mi impresión.

El camino de la práctica en nuestro caso es el camino de la meditación. El camino de la meditación es el camino de la felicidad, de recuperar el sentido de la vida, la experiencia de unidad, el autoconocimiento. Pero todo eso puede ser una gran “gimnasia”, un ejercicio intelectual, una notable forma de evadir la vida misma y para que esto no nos ocurra es que yo valoro esas palabras de Jesús: “...deja tu ofrenda allí, ante el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano…” Ese es el “antídoto”: poner cada cosa en su lugar, el lugar que le corresponde. ¿Qué dios sería ese que prefiere que le hagas una ofrenda y luego vayas a reconciliarte con tu hermano? Dicho de otra forma: ¿qué paz podés encontrar sentado en tu almohadón de meditación si alguien está herido por ti o te sientes herido por alguien?

El camino, la práctica, está al servicio de las personas humanas. No las personas estamos al servicio de dioses inventados por nuestras carencias o de ritos y ejercicios. Ese “dios” es el dios falso, el dios que no podría existir.

La práctica espiritual reúne técnicas, ejercicios, una tradición, (“tu ofrenda frente al altar”), para que suceda lo otro, para que pongamos en su justo lugar a lo que es verdaderamente importante. Frente al altar, en tu almohadón de meditación, rezas tu vida y te levantás de allí a reconstruir, a fortalecer, a vivificar, a correr riesgos, a abrirle camino al amor. Este es el Dios que existe verdaderamente: Dios que es amor y te inspira, te redime, te refugia... El altar quizás está allí para que tengamos un tiempo de paz y calma y podamos ver lo que verdaderamente nos está doliendo. Todos los altares quizás tienen esa función. Nosotros creemos que están para agradar a dios, y en verdad están allí para que podamos parar, detenernos, escuchar, tocar nuestras heridas...

Y todo ese mundo de dolor, sufrimiento, esperanzas, encuentros y desencuentros, es el mundo de la relación con el otro. “Frente al altar” comprendemos que la paz comienza yendo a buscar al otro, ese otro que Jesús además te recuerda es tu hermano, es decir, alguien muy parecido a vos.



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