viernes, 5 de mayo de 2023

Seguir un camino


Después de que mataron a Jesús, el movimiento de hombres y mujeres que pretendió continuar con sus enseñanzas no pensaban su accionar como una “religión”, tuvieron que pasar algunos siglos para que el “cristianismo” surgiera como tal. Entonces ellos llamaban a su movimiento como “el camino” y se llamaban a sí mismos como “los seguidores del camino”.

Por entonces, esos grupos de personas que se reunían en asambleas cada vez más numerosas a compartir el recuerdo de su maestro compartían no una doctrina o un dogma sino, una forma de vivir. Los “seguidores del camino” habían aprendido una forma de vivir de su maestro, que a su vez comprendía una manera de vivir la Verdad, al punto que los orientara por dicho camino y también, compartían una esperanza de vida: seguir el camino, vivir de esa forma, abonaba de sentido profundo a la vida e iluminaba las oscuridades, los desafíos y las incertidumbres. (Ya volveremos más adelante sobre estos tres aspectos, pero veamos en qué consistía básicamente “el estilo de Jesús”).

No se trataba de una doctrina porque Jesús no dejó nada escrito. Su enseñanza era lo que él mismo hizo en los años de vida pública. No enseñó en el sentido tradicional de su época ni de la nuestra. No realizó ninguna enseñanza “formal”. No formó parte “orgánica” de ningún grupo religioso de su época más que pertenecer a la religión hebrea. Si leemos su vida está llena de diálogos, acciones, intervenciones concretas y sus opiniones fueron dadas siempre, según lo cuenta el mismo evangelio, en medio de la acción, en medio de la vida cotidiana, entre personas.

Su enseñanza está basada en la comunicación de su experiencia de Dios y en dar a conocer de qué se trataba esa experiencia. Entonces, no transmitió un dios vengador, justiciero o de “raza”. No habló de un dios preocupado siquiera por las leyes. Para Jesús, Dios, el Espíritu, es una presencia que transforma y vuelve la vida más humana liberándola del prejuicio y del miedo que la limita y la congela. Su experiencia de Dios es amor incondicional y toda su “pedagogía” está basada en cómo vivir ese amor y transmitirlo.

¿Hacia dónde caminar entonces? Si la vida humana cobra sentido en el amor que lo trasciende todo, en la experiencia espiritual de un Dios que es amor y compasión, entonces nos preguntamos ¿hacia dónde hemos de caminar? Y la respuesta es sin dudas, hacia donde el sufrimiento nos está llamando.

Y es muy interesante que acerca de esto Jesús no hace teorías sino que su vida, su accionar cotidiano es la enseñanza misma de ello. Su “hacer” está orientado a curar a las personas, no hacia el sacrificio o el ritual, sino hacia la curación. Se trata de acercarse, de acompañar, de tocar, de entrar en la vida de los últimos, de los marginados, de los excluidos de la fiesta y de dejar que ellos entren en nuestra vida. Es en esa dinámica que nuestra vida cobra trascendencia y plenitud.

Finalmente, le experiencia espiritual que Jesús transmite no es la de detenernos a contar nuestras faltas sino a abrir nuestro corazón y saber, y experimentar y comunicarle a otros, que vivimos no de nuestra habilidad para solucionar nuestros “pecados” sino que vivimos del amor que nos funda.

Ahora seguramente te preguntarás qué tiene que ver todo esto con el yoga. Viste que más arriba dije que volvería sobre estas palabras: “...Los “seguidores del camino” habían aprendido una forma de vivir de su maestro, que a su vez comprendía una manera de vivir la Verdad, al punto que los orientara por dicho camino y también, compartían una esperanza de vida: seguir el camino, vivir de esa forma, abonaba de sentido profundo a la vida e iluminaba las oscuridades, los desafíos y las incertidumbres.”

Bien, la práctica de la meditación y del yoga no va a librarnos de ninguna dificultad. No es magia ni trucos, no va a detener la enfermedad, el envejecimiento, no va a impedir que quizás pierdas tu trabajo o que te cueste mucho esfuerzo pagar tus cuentas, ni va a impedir que un amigo muera. Todos, tarde o temprano estaremos ante las vicisitudes o ante las mismas leyes de la vida, de sus ciclos, sus etapas y sus incertidumbres. Entonces todos necesitamos de un sentido de la Verdad que oriente nuestra vida, (¿te has preguntado por qué practicas o practicarías yoga?). Todos, tarde o temprano, veremos flaquear nuestras motivaciones, nuestra disciplina. Seguramente tendremos que enfrentarnos a dilemas éticos, a momentos de angustia, incluso de oscuridad, (¿te has preguntado de qué manera cultivar y sembrar la esperanza y cómo dejarse contagiar y contagiar entusiasmo por vivir?).

Quizás existan muchas personas que no necesitan de nada ni de nadie y que pueden mantenerse firmes en su disciplina siempre. No es mi caso. Yo también he flaqueado en mi fe. He tenido dudas. Muchas veces me he detenido, muchas veces he elegido mal, me he equivocado, he ocasionado sufrimiento. Voy aprendiendo a vivir y necesito un camino que me acompañe. Es cierto, la experiencia, los años, el caminar, me permiten acompañar a muchos, pero eso no quiere decir que no siga un camino y que siguiéndolo me sienta fortalecido y a resguardo. Caminar la vida al estilo de Jesús a mí me fortalece y me sostiene.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cautivos

Una vez estando Jesús con sus discípulos , llegó un hombre y le hizo ésta pregunta: “Maestro, qué debo hacer para heredar la vida eterna?”… ...