sábado, 25 de febrero de 2023

Aferrarnos a la piedra con la que tropezamos o mirar mejor dónde daremos los siguientes pasos. (Primera semana)



Cuando iniciamos un proceso de transformación o de cambio personal, todos lo hacemos también bajo el riesgo del condicionamiento que como humanidad llevamos al respecto. Siglos y siglos de vivir la genuina necesidad de cambiar impregnada de un doloroso sentido de culpa y de autoexigencia nos llevan siempre al borde del fracaso. Porque si logramos reunir la suficiente energía para cambiar en algo, luego está el peso del terrible miedo a volver a fallar. Ya es hora de que dejemos paso al gozo de la libertad que viene con la conciencia: libres para correr el verdadero y único riesgo necesario de la libertad, de la experiencia y de conocer de todo lo bueno que somos capaces las personas.

Quisiera que estas meditaciones diarias durante 40 días no sean más que señalizaciones en el camino. Es cierto que a veces la meditación nos invita o requiere que miremos nuestra historia personal y aceptemos nuestros errores...pero no más. No quedarnos allí lastimándonos. Reunimos energía para seguir caminando. Nos concentramos en el camino que ya estamos haciendo. No sé cómo será el destino final o la llegada sencillamente por que aún no llegué. Por tanto lo que puedo corregir es, en el caminar, la dirección de mis pasos y dejarme acompañar o guiar de alguna forma por el ejemplo y la huella de quienes ya han pasado por aquí pero sin perder de vista que este es mi propio caminar, a mi ritmo y a mi velocidad.

Cada uno de nosotros tiene y goza de la libertad personal de hacer de su vida lo que quiera. Después vendrá claro está, el sufrimiento, la opresión, el desatino...entonces podemos ver que las tentaciones a salirnos del camino no son más que oportunidades a favor de nuestra humanidad y nos ayudan a preguntarnos más seguido de lo que lo haríamos si no estuviesen presentes, ¿hacia dónde quiero caminar? Y luego ponerme en camino. Y ese camino, lo dicen todas las tradiciones espirituales, no es fácil ni sencillo. Buda dijo “la vida es sufrimiento” y Jesús 500 años después dijo: “cada uno que tome su cruz y me siga”...entonces la vida es lucha en el sentido de que habrán distracciones y tentaciones muy “tentadoras” a no vivir la vida de forma consciente y cada uno deberá preguntarse: ¿hacia dónde quiero ir?

No hay un diablo escondido sugiriéndonos cosas feas. Siempre la elección es nuestra y siempre creemos estar eligiendo lo mejor para nuestra felicidad. Aunque después algunas veces veamos que nos equivocamos al elegir. Y allí viene el meollo del asunto. ¿Se trata de nuestra “voluntad” de elegir bien? ¿Es un tema de “fuerza de voluntad”? En la tradición del yoga se dice ya, desde hace al menos 3 mil años que la fuerza de voluntad es muy limitada. La salvación, la liberación, la felicidad, el gozo por la vida, viene desde adentro. No es un tema de fuera sino de conocimiento. Y ese conocimiento no es intelectual por eso en la tradición del yoga se habla de “sabiduría”, de saber vivir. Es aprendiendo a vivir como obtengo las buenas decisiones.

Lo que es bueno o malo para nuestra vida lo es no porque algún dios lo dijo en algún rincón del universo, o porque algunos hombres de la antigüedad lo escribieron así. Lo malo y lo bueno para nuestra vida está determinado precisamente por nuestra vida, porque es bueno o malo para nuestra naturaleza. Ahora, si no sé quién soy, si no sé de dónde vengo, si no sé que hago aquí...¿cómo podré saber qué pasos tengo que dar? Esta es la tarea redentora: saber qué es bueno y que es malo para mí.

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