martes, 25 de junio de 2024

Tempestad calmada o Jesús en atención plena


Cuenta un relato de Marcos que un día Jesús dijo a sus amigos que tomaran la barca y se echaran al mar para cruzar a la otra orilla. Pero en medio del camino, estando lejos de ambas orillas se desató una tormenta que puso en peligro la vida de todos. Dice el texto que: "las olas se abalanzaban contra la barca, y ya la barca se iba llenando". Los discípulos obviamente se asustaron pero Jesús dormía recostado en la popa.

Esa es la presentación y centro de la historia contada: una tempestad, una barca con un puñado de hombres, todos a punto de morir ahogados y su maestro duerme plácidamente.

Entonces van y lo despiertan y le recriminan si acaso no le importa que todos mueran ahogados. Jesús se levanta, calma el viento y les dice: ¿Por qué son cobardes? ¿aún no tienen fe? (Ese es el final de la historia). Seguramente te preguntarás qué tiene que ver éste milagro narrado en el que Jesús calma el mar con el yoga. Te lo comparto.

Seguridad e inseguridad

Muchas veces me ha tocado responder ¿de qué te ha salvado el yoga? Ante situaciones dolorosas, ante “tempestades” tan humanas, he respondido (obviamente, luego de respondermelo a mí mismo), ¿de qué me ha salvado el yoga? No de las tormentas sino de morir en medio de ellas. Me ha salvado de morir de angustia, de miedo, de ira...me ha salvado de no saber que hacer, de no encontrar salida y de que cuando parecía que no tendría salida, me ha salvado enseñándome a confiar y a tener fe y esperanza.

Pero hay otro detalle que también está presente en el inicio de este relato. El yoga, el trabajo del autoconocimiento, me ha llevado a navegar hacia las otras orillas. La práctica sostenida me ha llevado a descubrir al otro en mi corazón, a tentar acercarme, a investigar en esas otras orillas que viven dentro de mi manera de mirar y de ver. La práctica me ha salvado de la comodidad disfrazada de refugio. Atravesar algunas tormentas en la barca de la práctica me ha llevado a amar mi práctica.

Pero hay algo más. El relato describe a un grupo de hombres a merced de las fuerzas de la naturaleza. Esa separación entre el ser humano y su propia naturaleza. Y la expectativa de ellos mismos de que Dios va a salvarlos y si no, los salvará su maestro. Han pasado más de 2 mil años y corremos el mismo riesgo que ese grupo de discípulos: todos asumimos que Dios salva a unos y mata a otros, por eso nos cuesta creer en Dios, porque hasta los que no creen, no creen porque asumen que Dios será así: un administrador entre las fuerzas de la naturaleza y nuestras “obras” de obediencia o desobediencia...así es muy difícil creer y tener fe.

El miedo, el valor y la fe


Pero veamos algo más, si leemos el relato, culmina con dos preguntas: ¿por qué son cobardes? ¿aún no tienen fe?

Podríamos leer estas preguntas que Jesús hace a sus amigos como: ¿por qué no creen en ustedes mismos? ¿por qué siguen esperando? ¿por qué tienen miedo a la naturaleza? Esta podría ser una experiencia que tenemos cuando iniciamos con compromiso de vida la larga jornada del autoconocimiento:

No podemos saber quién es que somos si permanecemos toda la vida en la comodidad de nuestra orilla. Es necesario cruzar, ir hacia la otra orilla.

No podemos cruzar nuestros mares si no contamos con una barca. ¿Cuál es tu barca? ¿Quiénes viajan contigo?

Navegar es arriesgarse a cruzar alguna tormenta. El autoconocimiento no nos salva de las tempestades. Conocerte, ¿de qué te salvaría?

Ya lo vimos más arriba: como los discípulos de Jesús, no vamos solos en la barca, otros van con nosotros y nuestra confianza y nuestra fe también viajan con uno...cuando estás en medio de tus tempestades, ¿en qué o en quién confías?

Las tormentas de los otros

Otra cosa me ha aportado la práctica a la luz de las enseñanzas de Jesús: hay otras tempestades que sacuden las barcas de otros. Barcas en las que no viajo y tormentas que no atravieso...pero que están allí y requieren mi mirada, mi atención, mi compromiso y también mis acciones. El valor ( ¿por qué son cobardes?) y la confianza (¿aún no tienen fe?), también están allí para acompañar a otros, para calmar sus tormentas y compartir el viaje hacia la otra orilla.

En atención plena

Cuando la tormenta se puso brava, los discípulos se asustaron y reclamaron a  su maestro que hiciera algo, pero él dormía. Jesús, en la popa de la barca dormía. La tormenta no lo angustiaba ni le impedía el descanso. Entonces se puso de pie y dijo al mar y al viento. "silencio, estate callado" y el mar se calmó. 

Resulta difícil de creer que Jesús haya "callado" al viento y calmado al mar así, literalmente. 
¿Qué sucedió entonces? Cuando todos estaban presos del miedo y la angustia Jesús descansa. Duerme. No es que él esté ausente del sufrimiento de la gente, su vida muestra que no es así su  persona, quizás  podríamos inferir que para la precaria fe de sus amigos y discípulos, que se agitan y se alteran, el maestro parece dormido. Su seguridad radica en otra experiencia, no en el miedo y la inseguridad sino en la confianza y la comunicación con Dios. Y cuando tiene que actuar ¿Qué hace? El relato no lo muestra desesperado clamando a Dios que lo atienda. Tampoco reparando la barca o vaciándola. Jesús habla con la naturaleza. Dialoga con firmeza, con la seguridad de quien está despierto. Cuando todos los discípulos duermen, anestesiados por la falta de fe y confianza en sí mismos, Jesús está despierto yendo al centro del problema: le dice al mar y al viento "silencio..." Por eso elegí ese título: "Jesús en atención plena". Pues este episodio nos recuerda la esencia de la práctica que en la tradición del yoga se llama "atención pura" y en el Budismo, "atención plena". Quizás Jesús no duerme en la barca, quizás está en atención plena. 













Cautivos

Una vez estando Jesús con sus discípulos , llegó un hombre y le hizo ésta pregunta: “Maestro, qué debo hacer para heredar la vida eterna?”… ...