jueves, 25 de abril de 2024

De tres maneras


Seguramente habrás escuchado o leído alguna vez acerca de la resurrección de Jesús. Luego de ser asesinado en una cruz al estilo romano de su época, Jesús resucita y se aparece a varios de sus discípulos. La muerte y resurrección...vivir después de morir...de alguna manera “vencer la muerte”, vencer el fin de todas las cosas.

Luego de las apariciones, las comunidades que seguían a los discípulos de Jesús, que transmitían el recuerdo y la enseñanza de haber vivido con él y haber sido testigo presencial de su vida pública, irán dando forma a la iglesia Cristiana, la iglesia de Jesús y esos relatos serán pilares y cimientos de esa nueva comunidad.


De tres maneras

Luego de su muerte, Jesús aparece en situaciones muy particulares: a Magdalena en medio del huerto, (cuando ella va a visitar su tumba el domingo a la mañana), en el camino a los discípulos en el monte y en el camino a Emaús (y lo reconocen al partir el pan en la cena), a los discípulos reunidos cuando estaban orando. Son varias las apariciones pero quizás podríamos reunirlas en esta secuencia: 1 Jesús se aparece resucitado en el camino, 2 se hace presente al partir el pan en la mesa compartida, 3 se hace presente en la comunidad reunida. No perdamos de vista esto, más adelante volveremos.


¿Es real sólo lo que se puede ver?

Este es el meollo del asunto de la resurrección. ¿Es real únicamente lo que se puede ver? Si esto es así, la experiencia interior, la experiencia de la vida interior, ¿no es real porque no se puede ver?


Los relatos de la resurrección de Jesús que mostraron a Jesús comiendo y teniendo un cuerpo físico concreto que podía “palparse” tocando las heridas causadas por los soldados durante su muerte, quizás exageraron porque cayeron en esa trampa: sólo es real lo que podemos ver y tocar. Pero en cualquiera de las tres formas en las que se podría resumir las apariciones de Jesús resucitado, él no aparece solo, aislado, flotando en el aire, desconectado de la afectividad y de la emocionalidad de sus discípulos y amigos. Jesús aparece en medio de ellos, se les aparece a ellos, en medio del dolor, del miedo, de la angustia, de la tristeza...sus apariciones son una experiencia espiritual que los amigos de Jesús tendrán y han seguido teniendo 2 mil años después.


Y por ser una experiencia espiritual, íntima, personal, no “palpable” ¿debe convertirse en dudosa? ¿Sólo si lo veo con estos ojos físicos, sólo si toco su cuerpo físico entonces su vida es real y verdadera?


Te preguntarás que tiene que ver esto con el yoga. Te comparto.


Hace 25 años que soy instructor de yoga y comparto mis clases, cada semana, cada día, compartiendo además cursos, talleres, formación de instructores, meditaciones y retiros. Un grupo de personas permanecemos practicando juntos y cada temporada se acercan nuevos amigos y amigas. La trayectoria no ha sido lineal. Hemos pasado por etapas de mucha “creatividad” y arduas etapas de “sequía”...nuestro grupo, que me toca timonear, muchas veces ha expresado una realidad espiritual, en encuentros, meditaciones y retiros...y otras veces hemos caminado, he caminado, como los discípulos de Jesús, triste, desesperanzado, con una espera de que algo suceda casi desanimado… Cuando la experiencia desbordó y también cuando atravesé etapas de sequía, diría de desierto, en unas y otras, siempre fue resultado de lo que estaba sucediendo en el plano de la experiencia interior. No podemos palpar esa fuerza que nos motiva ni podemos poner en una caja para exhibir la desesperanza o la angustia de esas etapas del desierto, pero sí podemos describir y evocar nuestras emociones, sí podemos compartir que cuando estamos reunidos, meditando, en un plano de horizontalidad, convocados por nuestras necesidades más profundas y animados por la sed de encontrarle sentido a las cosas que nos ocurren, entonces una fuerza nos reúne, nos acompaña y nos impulsa. En la ronda, en la reflexión y en la escucha amorosa surge una lucidez y una claridad que nos motiva y anima. Eso todos podríamos compartirlo. Cuando nos reunimos y ponemos en común nuestra vida, entonces abrimos paso al Espíritu que nunca se fue, siempre estuvo allí.

En mi experiencia personal de encuentro con Jesús, no puedo tocar su piel, ni escuchar su voz como escucharía tu voz...pero puedo sentir su presencia en mi corazón nutriendo lo mejor en mí y puedo sentir su fuerza en la comunidad animándonos. Es una experiencia personal por tanto intransferible, pero real y verdadera. Una experiencia que me recuerda que Dios nunca deja de estar. Cuando toca caminar el desierto, cuando toca vivir el desánimo, la experiencia viva del Maestro en mi corazón me recuerda que Dios nunca es ausencia, nunca “no está”. En mi tiempo personal, en nuestro tiempo histórico, el Espíritu se hace presente en la comunidad, cuando nos animamos a poner en común nuestra vida.







Cautivos

Una vez estando Jesús con sus discípulos , llegó un hombre y le hizo ésta pregunta: “Maestro, qué debo hacer para heredar la vida eterna?”… ...