martes, 19 de marzo de 2024

Soltar las piedras



El episodio de la vida de Jesús que me gustaría compartirte hoy es uno de los más “revolucionarios” de su vida pública seguramente. Resulta que según cuenta Juan, Jesús estaba enseñando en la sinagoga y de pronto un grupo de hombres traen y ponen en medio de todos a una mujer que había sido “sorprendida” en adulterio. La ley decía que debía ser muerta a pedradas. Textual, la ley de Moisés decía que esa mujer debía ser apedreada hasta la muerte. Los hombres que la traían, muy poco se interesaban por el “cumplimiento” de dicha ley y menos aún por la suerte de la mujer, lo que querían era acorralar a Jesús. Si Jesús apoyaba matarla entonces su enseñanza no era ni tan compasiva ni tan revolucionara y si no apoyaba matarla entonces estaba cometiendo una falta grave al desautorizar la ley.

¿Y qué pasó? ¿Cómo resolvió esto Jesús? Mientras la horda de hombres  reclamaban una respuesta rápida,- imaginate el ambiente-, la mujer traída a empujones, contra su voluntad, tirada allí entre medio de sus acusadores listos a matarla a pedradas...mientras todo eso sucedía, Jesús se inclinó, se arrodilló y con un palito dibujaba cosas en el suelo de tierra. Cando la situación ya no daba para más, les dijo: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”, el que nunca haya cometido ninguna falta que tire la primera piedra. Y allí se quedó, a los pies de ella, sin mirarlos, sin decir más nada. Y los hombres fueron soltando las piedras y se marcharon uno a uno.

Entonces Jesús se puso de pie, y le preguntó a la mujer si se encontraba bien, si nadie la había acusado a lo que ella le respondió: “ninguno” y entonces el le dijo “pues yo tampoco te acuso, vete y no peques más”.

Te preguntarás qué relación tiene este texto con la práctica de yoga. Te comparto:

“El que esté libre de pecado…” es una frase muy popular que se usa justamente para decir “nadie está libre de culpa, entonces por qué acusar? En nuestra sociedad ególatra, en esta cultura nuestra del “vale todo” este pasaje parece justificar que cada uno haga lo que le plazca. Pero si miramos bien el texto, Jesús no levanta juicio contra la persona, pero frente al hecho o frente a la conducta dice “no peques más” no hagas más eso, no te hagas daño, no lastimes a otros.

Es cierto, los hombres se apoyaban en la ley. La mujer debía morir. Eso es lo que aún hacemos nosotros en nuestra sociedad tan ilustrada: dejamos a las personas a solas con la ley. Primero favorecemos el vale todo, luego, empujamos a los que molestan a que se arreglen a solas con la ley. Y así, el círculo del sufrimiento no se detiene.

No es que debemos perdonar desde un pedestal, no es que nada ni nadie tenga consecuencias por sus actos. Es que no es lo mismo corregir desde nuestra propia humanidad que hacerlo desde la letra fría. No es lo mismo corregir desde la consciencia de que también yo soy un “pecador” a hacerlo desde unos valores que casi nunca logro realizar.

Cuando miramos este texto muchas veces las personas traen a la reflexión situaciones personales en las que fueron violentadas o situaciones extremas de injusticia y delito. Para evitar que nos convirtamos en una horda como los hombres del relato es que la justicia la administran siempre “imparciales”, jueces y fiscales… La práctica nos invita a ir más allá de esos casos. No nos toca a nosotros como personas concretas, resolver en el diario vivir casos de lesa humanidad, o de abusos o de violencia desmedida, para eso la sociedad va encontrando caminos, que siempre tendremos que mejorar, pero hay sí una infinidad de situaciones en las que sí es nuestro “juicio” el que define. Pensá en una discusión familiar o en el trabajo, pensá qué decimos y hacemos con alguien que está en la calle y “molesta” con sus cosas o en el que comete una pequeña falta para consumir...¿no los dejamos a solas frente a la ley fría? ¿No sería revolucionario para nuestra forma de vivir si cada vez que tenemos que corregir algo o a alguien lo hacemos conscientes de nuestros propios errores?

No se trata de no tener un juicio sobre las conductas y los actos, se tata de que, reconociendo nuestra humanidad, frágil y vulnerable, acompañemos a quien se lastima cometiendo esos errores y podamos corregir desde esa conciencia que nos recuerda que “nadie está libre de pecado”…

Frente a la propuesta de nuestra sociedad que nos alienta a agarrar cada vez más piedras, Jesús desde aquél día nos invita a soltarlas. “Ahimsa”, no violencia en sánscrito, el primer precepto del yoga no es únicamente “no hagas violencia” porque es muy difícil que el ser humano no haga violencia en algún momento. Ahimsa es no ser violento y no permitir la violencia. Muchas veces uno puede ver que este precepto de “no violencia” apunta más a las situaciones en las que permitimos la violencia que a las pocas situaciones en las que podemos llegara a actuar directamente con violencia.

Si por nuestra educación y cultura nos creemos muy diferentes a aquellos hombres que tiraron a la mujer al suelo frente a Jesús dispuestos a matarla a pedradas, basta mirar nuestras cárceles y nuestros barrios pobres o las calles del centro de la ciudad para darnos cuenta como todavía seguimos acorralando a las personas y dejándolas a solas con la ley y su letra fría y dura.

También hoy, dos mil años después, aquella escena sigue repitiéndose frente a nuestros ojos y nos tiene a nosotros parados en el mismo lugar donde Jesús estuvo aquella vez. ¿Qué decir? ¿Cumplir la ley? ¿Juzgar sin mirar nuestras propias faltas? ¿Jugarnos por no dejar a solas a nadie? ¿Soltaremos nuestras piedras?

Cautivos

Una vez estando Jesús con sus discípulos , llegó un hombre y le hizo ésta pregunta: “Maestro, qué debo hacer para heredar la vida eterna?”… ...