martes, 26 de septiembre de 2023

Un amor amándonos


Una vez le preguntan a Jesús cómo sería ese “reino de Dios” del que él hablaba, no sé si exactamente con esas palabras, pero si parece cierto que él comunicaba una experiencia de Dios que contrastaba con lo que parecía ser Dios y la religión en su época y entorno. A mi me gusta pensar que Jesús tenía un proyecto de vida que estaba inspirado en su experiencia de Dios. Humildemente y con mis limitaciones, creo que Jesús nunca dijo dónde estaba Dios sino “cómo era”… entonces una vez le preguntaron cómo era eso de su experiencia, y él respondió que era como el dueño de una viña que salió a contratar trabajadores para su campo. Y lo hizo a primera hora, a media mañana, a medio día y a la tarde y con todos acordó el mismo salario. Cuando llegó la hora del pago, fue pagando a cada uno, comenzando por los últimos que había contratado, de ésta manera los que habían llegado a primera hora vieron cuánto se les pagaba a cada uno. Y a todos pagó lo mismo. Y en la historia que cuenta Jesús, parece que los trabajadores que habían estado trabajando desde la mañana se quejaron de que a todos les pagara lo mismo habiendo trabajado más unos que otros. A lo que el dueño de la viña respondió: ¿no estoy pagándote lo que habíamos acordado?

Si pensáramos únicamente en relaciones laborales, parece no ser justo. A más cantidad de horas de trabajo, mayor remuneración. Pero no olvidemos, con esta parábola Jesus respondía a la pregunta de ¿cómo es ese “reino de Dios” del que tú hablas? Dicho de otra forma, para que nos quede más claro, la pregunta podría ser esta: ¿Jesús, y cómo decís vos que es Dios?...a lo que parece haber respondido con esa historia.

Ahora llega el momento de ésta pregunta: ¿y qué tiene que ver eso con el yoga y la meditación? Más aún, ¿qué tienen que ver Jesús y su historia sobre el señor que tenía una viña y sus trabajadores,con el autoconocimiento? Te comparto mi parecer:

La vida se trata de ir satisfaciendo nuestras necesidades humanas. No digo los gustos y placeres, sino las necesidades. Por eso es autoconocimiento, porque vamos conociendo qué necesitamos para ser felices y descubrir el sentido de la vida. A medida que comprendemos el sentido de la vida nuestra felicidad no depende ( o depende cada vez menos) de las cosas que inevitablemente irán cambiando. Entonces necesitamos saber qué necesitamos para ser felices.

Cuando esperamos -y reclamamos- a la vida que nos atienda, que satisfaga con justicia nuestros esfuerzos, cuando miramos lo que obtenemos de la vida, siempre nos ponemos en el lugar de los trabajadores de la primera hora. Fijate bien y con honestidad...¿cómo es tu espera acerca de lo que la vida va presentándote? ¿Acaso nuestro ego y nuestra vanidad (tan humana), no nos pone como si fuésemos siempre los trabajadores de la primera hora? ¿Y si fuésemos los últimos? ¿Y si en realidad nuestro “trabajo” por ser más humanos es muy de la última hora? Bueno, Jesús nos dice que Dios, el Espíritu, no está mirando desde cuando estamos en el camino, ni si somos “merecedores” de nada en la lógica humana...La experiencia que Jesús quiso comunicar es que el Amor nos ama más allá de todo nuestro parecer. (Otra cosa es la justicia humana, lo que nuestras sociedades dan, quitan, cómo distribuyen, cómo acaparan...)Y en ésta parábola nos dice que quizás damos por sentado que somos los trabajadores de la primera hora (los más honestos, los más éticos, los más aplicados, los más justos)...y que tal vez aunque no lo seamos, el Amor nos ama igual así como somos, así de lentos para llegar, así de inestables para permanecer. ¿Vos lo crees? ¿Podrías sentir que hay en tu fondo un amor incondicional amándote?

jueves, 7 de septiembre de 2023

Reunirnos



Resulta que Jesús hablaba a sus discípulos acera del perdón entre ellos y luego de compartirles varias “indicaciones” les dice: “se los digo otra vez: si dos de ustedes llegan a un acuerdo aquí en la tierra acerca de cualquier asunto por el que hayan pedido, surtirá su efecto por obra de mi Padre del cielo, pues donde están dos o tres reunidos apelando a mí, allí, en medio de ellos, estoy yo”.

Cómo vivimos las heridas que nos causan las relaciones humanas, cómo perdonamos o cómo aceptamos el perdón, otra vez, las heridas sicológicas, los enojos, los resentimientos, el rencor...la culpa...todo ello hace a la vida misma. Hablemos o no de una comunidad de práctica o espiritual, en los cimientos, en el fondo de nuestras relaciones están esos asuntos. No es algo de la antigüedad, tampoco es exclusivo de nuestra época. Ha sido así siempre porque la vida misma es relación.


En esas palabras de Jesús hay dos puertas por donde podríamos entrar al mismo tema: el perdón y cómo perdonar o la comunidad y cómo hacer comunidad. Veamos un poquito la segunda puerta: la comunidad.


Dice Jesús: “pues donde están dos o tres reunidos apelando a mí, allí, en medio de ellos, estoy yo”.
La comunidad es ese espacio donde las personas concretas ponen en común sus cosas. Pero no es un grupo de chimorroteo o de denuncia y exposición. En primer lugar, la comunidad es el espacio donde se hace posible la práctica. Es el refugio, el lugar donde vamos a protegernos primero que nada de nuestro propio sufrimiento y del sufrimiento que nos han causado y donde al madurar como personas comprendemos también el sufrimiento que hemos causado.
Por eso, no es fácil estar en comunidad. La comunidad no como un espacio de “convivencia” sino como un lugar donde ponemos en común todo eso referido al sufrimiento. Y es por ese sufrimiento que practicamos, es el mismo sufrimiento el que nos ha traído hasta aquí. Pero debemos aprender a estar en comunidad. “Reunirnos”, juntarnos a practicar y que eso deje huellas de autoconocimiento, no es sencillo.


Ahora te preguntarás qué tiene que ver con el yoga todo esto. Tal vez tenés la impresión de que el yoga y la meditación son prácticas personales, que podés hacer solo o sola en tu casa, que no requiere más que tu disposición personal. Veamos…


Llevo muchos años enseñando yoga y meditación y he escuchado infinidad de veces lo mismo: “no es lo mismo practicar solo en casa que hacerlo aquí en el grupo”. Eso solo ya bastaría como ejemplo. Pero supongamos que todas las personas que me lo han dicho a lo largo de los años no son suficientemente dedicadas a la práctica. Bien. Yo mismo experimento algo muy parecido. Y te aseguro que no es falta de “disciplina”. Llevo muchos años motivando grupos, reuniendo personas y te aseguro, que también experimento la presencia del grupo como algo definitivo. También formo parte de una comunidad en la que experimento esa presencia del Espíritu en el grupo, en la oración compartida, en el poner en común la vida de uno...pero también sé, que no es fácil. Cuando Buda moría, sus discípulos se entristecieron y le preguntaron cómo iban a seguir el camino, a lo que él les respondió: tienen al Dharma (la enseñanza), tienen la Sanga (la comunidad) y si se reúnen a practicar yo estaré presente entre ustedes (el Buda), esas serían entonces las tres “joyas” del budismo.


Cuando nos reunimos a practicar, tenemos la tarea de alimentar el recuerdo de la enseñanza y de quién nos enseñó y lo sigue haciendo. Pero para ello, es necesario que estemos dispuestos a vivir de forma personal su presencia tocando nuestra vida como algo concreto y no como una buena idea nada más. Esto requiere fe, pero una fe actualizada y dinámica, que se impregne de la vida cotidiana y que impregne nuestra vida cotidiana a la vez. Necesitamos abrir caminos a la experiencia del Espíritu y dejar que nos sorprenda, que nos inspire y no pretender llenar ese espacio de creencias y dogmatismos.Cuando el Espíritu se hace presente en la comunidad, ésta se transforma en una expresión concreta de refugio. La comunidad nos salva y nos impulsa a vivir la vida en plenitud, también en el dolor y la dificultad. La comunidad nos libera de la indiferencia y el egoísmo que tanto se nos condiciona a cultivar. Quizás este es todo nuestro trabajo en el camino del autoconocimiento: construir comunidad. Lo demás es presencia del Espíritu.

Cautivos

Una vez estando Jesús con sus discípulos , llegó un hombre y le hizo ésta pregunta: “Maestro, qué debo hacer para heredar la vida eterna?”… ...